El 2025 pintaba para ser el año de la consolidación tras una recuperación pandémica que se sintió eterna. Sin embargo, el panorama para el sector cultural dio un giro inesperado con el inicio del segundo mandato de Donald Trump. La nueva administración no tardó en mover sus piezas, y lo que se preveía como un camino de reconstrucción terminó convirtiéndose en una carrera de obstáculos debido al retiro masivo de fondos federales. A pesar de este clima de incertidumbre que sacudió los cimientos de la escena artística en ciudades como Seattle, el año también dejó espacio para la resiliencia, con donaciones históricas y expresiones creativas que buscan reinterpretar la justicia en el espacio público.
Sacudidas institucionales y el golpe al presupuesto
El arranque de año en Seattle se sintió como un efecto dominó en las altas esferas culturales. Varias de las instituciones más emblemáticas de la ciudad vieron desfilar a sus directivos hacia la salida. Kate Casprowiak Scher dejó la dirección del Museo de Arte de Bellevue, un espacio que terminó cerrando sus puertas para ser vendido a una organización educativa. Por su parte, Krishna Thiagarajan se despidió de la Sinfónica de Seattle tras seis años de gestión, aunque dejó un legado importante: el nombramiento de Xian Zhang como la primera mujer en dirigir la orquesta, quien debutó en septiembre bajo una lluvia de aplausos.
Pero la verdadera tormenta llegó desde Washington D.C. La Casa Blanca emprendió una campaña agresiva para reducir el gasto público, ensañándose particularmente con la cultura y las humanidades. La cancelación de becas del National Endowment for the Arts y el recorte drástico al Instituto de Servicios de Museos y Bibliotecas dejaron un hueco enorme en el presupuesto de centros culturales y comunidades indígenas. En Washington, la respuesta no se hizo esperar; la radio KEXP incluso organizó un maratón de 27 horas para salvar la radio pública, pero el esfuerzo fue insuficiente ante la firma de leyes que dejaron a la Corporación para la Difusión Pública prácticamente en los huesos. Entre aranceles que encarecieron la vida de los artistas y la baja en el turismo, el sector se vio contra las cuerdas.
El respiro de la iniciativa privada y los nuevos fondos locales
No todo fue pesimismo en este ciclo. Mientras los fondos federales se evaporaban, a nivel local surgió un salvavidas financiero que promete inyectar unos 700 millones de dólares en los próximos siete años, gracias a un incremento en los impuestos sobre las ventas. La agencia 4Culture ya comenzó a repartir los primeros 62 millones entre cientos de organizaciones que estaban al borde del colapso.
A este esfuerzo público se sumaron gestos de filantropía que dejaron a más de uno con la boca abierta. Allen Family Philanthropies destinó 10 millones de dólares para grupos artísticos del estado y otros 7 millones para el Seattle Center. Sin embargo, la nota más comentada en los pasillos culturales fue el inesperado regalo de Shari D. Behnke: una donación de 5 millones de dólares para la organización On the Boards. Lo que más llamó la atención fue que el dinero llegó sin condiciones ni letras chiquitas, siendo la aportación más grande que la mecenas ha realizado en su trayectoria.
Una nueva cara para la justicia en las calles
Mientras las grandes instituciones lidiaban con la macroeconomía, en el sur del país, específicamente en Jackson, el arte se hacía presente de una forma más tangible y simbólica. Chris Windfield, un artista local con una visión muy clara sobre la identidad, presentó su más reciente mural en la intersección de las calles Lamar y Pascagoula. La obra, titulada como una versión joven de la “Dama de la Justicia”, rompe con los esquemas tradicionales.
En lugar de la figura clásica, Windfield retrató a una niña afrodescendiente con los ojos vendados, sosteniendo una espada de madera y una balanza. Esta pieza forma parte de su proyecto “Magnolia Experience”, donde utiliza la flor estatal de Mississippi y elementos como los arándanos para narrar historias que conecten con la gente de a pie. Según el propio muralista, su intención era crear algo que armonizara con el entorno —el mural está frente a un despacho jurídico— y que al mismo tiempo permitiera a las nuevas generaciones verse reflejadas en conceptos tan universales como la justicia. Financiado por la Fundación Andy Warhol, el mural de Windfield es un recordatorio de que, incluso cuando el presupuesto federal flaquea, el arte tiene la capacidad de transformar espacios y contar historias que perduran por décadas.