Microsoft ha logrado dar forma a una propuesta distinta con su Xbox Series S. A diferencia de lo que algunos podrían pensar, no se trata simplemente de una versión recortada de la Series X. Más bien, la Series S fue concebida desde su origen como una alternativa real para quienes buscan disfrutar de la nueva generación de videojuegos sin hacer un gran desembolso económico.
Con un precio considerablemente más bajo —alrededor de 300 euros— esta consola se presenta como una opción atractiva para los usuarios que no necesitan una unidad óptica ni una resolución en 4K. En cambio, promete una experiencia fluida en 1080p o 1440p, ideal para quienes valoran el rendimiento por encima de los gráficos ultra detallados. Aunque su precio pueda sugerir lo contrario, la Series S comparte elementos clave con la potente Xbox Series X, lo que le permite ofrecer una experiencia que no se siente “menor”.
Arquitectura de nueva generación con corazón potente
Uno de los aspectos más destacados de la Xbox Series S es que comparte la misma arquitectura de CPU que su hermana mayor, la Series X. Ambas están impulsadas por un procesador basado en la tecnología Zen 2 de AMD, fabricado con litografía de 7 nm. Las diferencias son mínimas: los ocho núcleos de la Series S operan a 3.6 GHz, frente a los 3.8 GHz de la Series X, y cuando se activa el sistema de múltiples hilos (SMT), la frecuencia se reduce en ambas consolas.
Esta similitud en el procesador no es casualidad. Microsoft buscó facilitar el trabajo a los desarrolladores, permitiendo que sus juegos puedan adaptarse sin complicaciones entre ambas consolas. Desde este ángulo, la Series S ya cuenta con un punto fuerte a su favor.
Gráficos ajustados pero eficientes
En lo que respecta al apartado gráfico, ahí sí encontramos diferencias claras. La GPU de la Series S, también basada en la arquitectura RDNA 2 de AMD, tiene menos unidades de cómputo —20 frente a las 52 de la Series X— y una frecuencia de reloj más baja (1.565 GHz contra 1.825 GHz). Estos cambios responden al objetivo de reducir el costo de fabricación, sin que ello signifique una experiencia deficiente. Y es que, para resoluciones de hasta 1440p, la consola responde de forma más que aceptable.
El rendimiento gráfico está ajustado para ofrecer una experiencia fluida en la mayoría de los juegos actuales, sin necesidad de llegar al 4K nativo. La combinación entre potencia y precio es uno de los pilares que hacen que la Series S sea una opción viable para muchos jugadores.
Memoria y almacenamiento: puntos fuertes y limitaciones
La consola cuenta con 10 GB de memoria RAM GDDR6. De estos, 8 GB ofrecen una alta velocidad de transferencia de 224 GB/s, mientras que los 2 GB restantes trabajan a una velocidad más modesta de 56 GB/s. Esta configuración, aunque más limitada en comparación con la Series X, es suficiente para garantizar tiempos de carga rápidos y una buena respuesta en juegos de nueva generación.
Uno de los aspectos más debatidos de la Xbox Series S es su capacidad de almacenamiento. La consola incorpora una unidad SSD NVMe de 512 GB, pero el espacio útil disponible para el usuario es de apenas 364 GB. Esto implica que se deberán gestionar con cuidado los juegos instalados, especialmente considerando el tamaño actual de los títulos. Las opciones para ampliar el almacenamiento incluyen las costosas tarjetas de expansión de Seagate o unidades externas con conexión USB 3.1.
Una consola compacta con grandes ambiciones
La Xbox Series S se presenta como una consola compacta, económica y con una propuesta clara: llevar la experiencia de nueva generación a más personas. Su diseño responde a un equilibrio entre coste, rendimiento y accesibilidad. Aunque su potencia gráfica no iguala a la de la Series X, su arquitectura y rendimiento general la convierten en una alternativa más que válida, especialmente para quienes juegan en monitores o televisores Full HD o 2K.
En resumen, la Xbox Series S no es simplemente una consola más barata: es una puerta de entrada bien pensada al mundo de la nueva generación de videojuegos. Microsoft ha logrado encontrar un punto medio entre calidad y precio, y eso podría conquistar a muchos jugadores que buscan un equipo moderno sin tener que gastar una fortuna.