Un sabor que anuncia el Día de Muertos
Con la llegada del otoño, las mandarinas inundan los mercados y tianguis de México, convirtiéndose en una de las frutas más representativas de la temporada. Su presencia no solo marca el cambio de estación, sino que también anuncia la cercanía del Día de Muertos, ya que es común verla en los altares y ofrendas junto a otros productos típicos.
Un fruto viajero con historia
Aunque la mandarina no es originaria de México, logró abrirse paso desde Asia Oriental hasta Europa y, más tarde, América. A lo largo de los años, se integró por completo en la cultura gastronómica mexicana, conquistando paladares por su sabor dulce y refrescante.
Temporada y costumbres
La temporada de mandarina va de octubre a febrero, periodo en el que su sabor mejora notablemente. En México, la tradición dicta disfrutarla simplemente pelándola y comiendo sus gajos, aunque también es común encontrarla en jugos naturales, postres, ensaladas y hasta en curados de pulque.
Parte de la vida cotidiana
Más allá de su uso en altares y celebraciones, la mandarina forma parte de la vida diaria en muchos hogares mexicanos. Es habitual verla en las loncheras escolares, en las mesas familiares y en las reuniones, ya que su practicidad para pelar y compartir la convierte en una opción ideal para chicos y grandes.
Versatilidad en la cocina
La mandarina no solo se come al natural. En diversas regiones del país se utiliza para preparar salsas, mermeladas, helados y hasta bebidas refrescantes. Su toque cítrico aporta un contraste especial en platillos dulces y salados, y cada vez más cocineros experimentan con sus posibilidades.
Un fruto que une generaciones
Su presencia constante en las celebraciones y la cotidianidad mexicana hace de la mandarina un fruto que trasciende generaciones. Desde los altares del Día de Muertos hasta las loncheras de los niños, la mandarina sigue siendo parte de la identidad y el sabor de México, marcando cada año la llegada del otoño y el inicio de nuevas tradiciones familiares.